Sabía de Celaya, pero nunca lo había leído. Ayer por fin, gracia a una amiga, tuve el placer. La poesía como correspondencia es fascinante y este poema "A Miguel Labordeta" es un gran ejemplo. La correspondencia es tal por la "confianza en la acción que la lectura produce en el otro", dice Piglia en El último lector (2005).